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No hay motivos. Pasó porque tenía que pasar, como pasan tantas cosas.

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Sin planearlo, sin ponerse de acuerdo. En la primera década de este siglo, en Bogotá, surgieron casi como diásporas de una religión llamada música decenas de bandas juveniles. Todas extrañas. Con nombres raros que juntaban sílabas que no era normal ver seguidas. Se trata, entonces, de una generación diferente, que puso en el vértice de la pirámide musical del país un ritmo fusión que se llama tropipop y que lo hizo sin saber que lo estaba haciendo. Llegó a lo más alto casi sin proponérselo. Decenas de semanas, sus canciones fueron número uno en las emisoras juveniles de Colombia. Tan rápido como llegó a la cima, cayó. Dejó de sonar y casi que desapareció. Pero es una diáspora, no se irá del todo jamás. Hablamos del ascenso y la caída del tropipop.

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Algunos aseguran que es un género musical que representa una generación. Otros, más escépticos, dicen que es un género musical –así, a secas-. También están quienes lo meten en el cajón odioso de las modas pasajeras. Hay quienes juran que fue todo un movimiento juvenil que iba más allá de las guitarras, los acordeones y las baterías. Sus protagonistas se acercan a él, lo llevan por todo el país, lo fusionan, lo reinventan, lo escriben y lo cantan, lo extrañan y lo aborrecen, lo abandonan, lo reconquistan y lo vuelven a perder. Lo hacen con la certeza de saber que es nuestro, que lo hicimos nosotros y que suena como sonamos. Es nuestro, hecho por nosotros con nuestros sonidos: eso es tropipop.

Acordeón; acordeón y guitarra; acordeón, guitarra, bateria; timbal y congas; vientos y guitarra. Y se repite todo. Silencio. Y vuelve y se repite. Así es el tropipop. Nació en Bogotá con la base del pop pero con matices del vallenato y de la cumbia. A veces más cercano a los ritmos caribes, con un acordeón más preponderante, otras veces más pop, más balada. Por momentos medio ritmo pacífico. Pero siempre muy tropipop, muy él. Se distingue por su fusión. Porque hay un arpegio de guitarra y después suena un acordeón acompañado de vientos y cierra el timbal y las congas. Un popurrí de ritmos, de instrumentos, de melodías. Así se compone tropipop. 

Fue una locura. La probabilidad de que varias bandas de jóvenes músicos de colegio fueran a un concurso de bandas, lo ganaran y se volvieran famosos hasta alcanzar a ser las bandas número uno del país es casi cero. La posibilidad de que varias bandas de jóvenes músicos de colegio fueran a un concurso de bandas, lo ganaran y se volvieran famosos hasta alcanzar a ser las bandas número uno del país es cinco de diez. Fue posible: las bandas icónicas del tropipop se volvieron estrellas de la nada, pasaron de tocar en sus colegios a viajar por todo el país con su música. Todo esto sin graduarse del colegio o recién graduados. Probabilidad y posibilidad tan extrañas como pegar canciones a nivel nacional escritas en los descansos de un colegio bogotano.

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Cinco bandas: cuatro de colegios y una de universidad. Cinco bandas icónicas del tropipop. Todas pegaron hits en la radio por más de cuatro semanas, todas viajaron por Colombia, todas son recordadas aún.

Fue como un golpe de suerte. Como si una película norteamericana sobre una joven estrella de rock que pega en la radio de su ciudad y después en el país se hiciera realidad. Se aplazaron primeros semestres de la universidad. Se alargaron grados del colegio. Se revolcó todo en las familias de los músicos: el tropipop mandaba en Colombia. Era un éxito. Sus cantantes, adolescentes aún, iban de ciudad en ciudad, de universidad en universidad, de concierto en concierto, de bar en bar. Dos veces por semana, tres veces por semana, todos los días de la semana. Hoteles, aeropuertos, aviones, estudios, reuniones, entrevistas. El tema era ese y no había más. El tropipop estalló, el tropipop hizo boom y no había nada más arriba de él en el ecosistema de la música colombiana. Un ritmo de la capital hecho por prepúberes sonaba en todo el país.

El dial uno sonaba así: “ay qué culpa de ser parrandero, ay qué culpa de pasar tan bueno”. El dial dos, en cambio, sonaba así: “y volverán, recuerdos de esos días, y volverán, pasiones escondidas”. Si se ponía el dial tres, para oír otra cosa, se escuchaba: “solo por tenerte esperaría un poco más, solo por tenerte amaría una vez más”. El mp4, si lo ponía, reproducía: “solo por ti yo me muero, no me vayas a dejar”. Era un hecho, el tropipop dominó la primera década de los dos mil.

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Cambió la década y cambió todo. Tembló en Chile y en Haití, se inauguró el Burj Khalifa, una mujer, Katharyn Bigelow, por primera vez ganó el Oscar a mejor directora. En Colombia, una campaña de desprestigio fraguada en La W marcó el camino para la caída libre del tropipop. Liderada por Julio Sánchez Cristo, la percepción del género se volvió negativa. Las emisoras no querían que sonara más. Cambió la década y todo cambió. Como la música, que ahora empezaba a ser dominada por el reguetón, por los beats urbanos, por una industria más fuerte. El tropipop, juzgado, se sintió intimidado, sobre todo sus jóvenes artistas, y salió de la escena. A rey muerto rey puesto, aunque no se haya muerto, aunque lo hayan, en parte, matado.

Todos hemos sentido gusto por una persona que nos vuelve locos, con la que empezamos a lanzarnos miradas, risas y coqueteo. La primera parte de la lista está pensada en esta etapa de atracción y obsesión cuando estamos tragados y solo queremos decirle “Usted me encanta”.

 

Después, cuando la relación ya se ha consolidado, creemos que estamos junto a la mejor persona del mundo y no tenemos ojos para nadie más. En esta parte, la lista está pensada para dedicar a esa persona especial por la que haríamos de todo “Solo por tenerte”.

 

Por último, está la etapa inevitable: terminar la relación. Es en este punto donde no podemos sacarnos de la mente los momentos vividos con nuestra ex pareja e intentamos olvidarla desahogando nuestro despecho por un “Barman”.

Nostalgia. Eso evoca la vuelta del tropipop. Revolver en los profundos recuerdos de una generación que fue marcada por el género, que enamoró con esas canciones, que se enfiestó. Nostalgia. Que se acuerden de ellos, de las bandas, de las canciones, de los conciertos, para así ganarle terreno al reguetón. O intentar ganárselo. Nostalgia. El tropipop volvió bajo el colectivo Tropipop is back y su objetivo es volver a sonar, a ser plataforma para nuevas canciones del género, para que los artistas vuelvan a escena. Nostalgia para seguir, para partir de ella. Como ya dijo el escritor, la felicidad existe, sobre todo en la nostalgia

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Juan Diego Acosta 

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Sebastián Porras

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Esteban Cetina

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Juan Diego Quintero

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Paula Pinzón

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Sebastián Rueda 

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